En nuestro país, el arte
en su esplendor y realce, se presenta de manera ocasional e inesperada. Y esto
no es novedad aún más tratándose de la ópera, a quien se le juzga de ser
elitista o bien anticuada. Pero ¿qué ocurre cuando finalmente se dan?
En un primer aspecto, se
observa que se pretende mantener el círculo previo de asistentes. Son las
productoras las que bien comunican o bien estiman las concurrencias a las
representaciones. A diferencia del teatro dirigido por jóvenes, en que los
contactos recurren a vías electrónicas, en la ópera se mantiene el círculo de
difusión.
El público de la ópera no
cambia, porque corresponde al perfil del hombre o mujer maduro y del entrado en los años. Algunas veces el público
juvenil se manifiesta aunque generalmente son forzados o bien llegan por invitación
de amigos que forman parte del staff técnico o actoral.
La ópera es un punto de
encuentro social, por otro lado el nivel cultural de este público es muy
sofisticado; aunque no a extremos refinados como el del viejo mundo. El
horizonte de los espectáculos culturales se ve sensible cuando no se encuentra
una obra de ópera; aunque el mismo efecto es cuando se logra percibir una
presentación a fin de año, por más esplendorosa que esta sea.
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