miércoles, 23 de febrero de 2011

Presencia Humana del Folklore


El folklore más que un conjunto de expresiones, es un sentir; una energía que nos impulsa a vivir recordando y respetando nuestras costumbres. Un niño cantando en los micros las cumbias cargadas de añoranza, un anciano vendedor de pelotas tocando la quena o bien un maestro de danzas que se dedica voluntariamente a enseñar en los pueblos jóvenes; son evidencias que el folklore es una presencia humana.

Sobre la presencia de un niño en los micros hay dos elementos a rescatar como inherente al folklore: La selección del tema musical y su actitud cultural de expresarlo. Entonces podríamos argüir que el muchacho es un exponente del folklore, que aunque anónimo, se dedica a preservar.

Al calor del día, cerca al fuego acoplador de la soldadura autógena y demostrando su apoyo al deporte (porque de alguna u otra forma exhibe pelotas); un anciano coge su quena y entona sus melodías. La melodía puede ser propia o bien un clásico andino; pero la expresa. Sin embargo, la musicalidad apunta hacia el mismo ya sea por deleite o por una tradición individual; ambos objetivos del folklore.

Finalmente un hombre cuyo sustento es ser profesor de danzas, motivado por la presencia de niños y por querer evitar que ellos caigan en los vicios y malas costumbres; decide impartir clases de danzas andinas gratuitamente. Entonces entra a tallar el lado maestro del folklore, el lado que impulsa a vivir, el lado que busca preservar la naturaleza misma de esta expresión (en este caso el sentir del Ande). Un punto a favor de la inmortalidad de este arte.

No hay comentarios: