Todo empezó como jogando podría explicar un viejo mestre sentado frente al mar y fumando un habano más bahiano que Guantánamo. La evolución nos conduce a nuevas expresiones. La historia se apodera de nosotros, las presiones del mundo, los tormentos que el mundo nos da, la humanidad que se muestra indiferente. Y es así que nace un ritual.
En nuestros días la Capoeira ya cuenta con la aceptación mundial. De deporte nacional brasilero, ha pasado a ser un baluarte para todas las generaciones ávidas a saltar y moverse como un gato del Paraná.
En el estilo que nos guste o que nos evoque nuestra misma piel, bajo el sonido indispensable del atabaque y del berimbao esta danza se hace más necesaria de un elemento no tan común en otras, su apoyo en la lucha. Porque la lucha es también su fin y para tal cuenta con oponentes y compañeros. Estamos hablando de una roda.
Es precisamente esta roda la que simboliza todo el apego social y de hermandad. Una roda que simboliza el mundo y nuestro paso en medio de el, asumiendo desafíos, superando obstáculos e improvisando el dolor, porque aunque parezca mentira tenemos a muchos como nosotros dispuestos a tendernos la mano para ayudarnos a vivir y a jogar en este ritual de lo social.
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