De por sí el arte es libre, libre para quien lo exhibe, libre para quien lo crea. Su valor recae en su presencia, su cotización sólo depende de una persona, quien o bien lo exhiba o bien la crea. Hablemos de un caso peculiar muy cerca al mercado Ceres en el distrito limeño de Ate – Vitarte.
Si por que se exhibe a un valor de un nuevo sol, estaríamos afirmando que posiblemente el creador o el intermediario, debe valerse del nivel cultural de las personas; quienes deben ser capaces de invertir esa módica suma para apreciar arte. ¿Y la crítica a esto? Eso vendría de quienes afirman que las exhibiciones deberían ser libres.
Si por que se venden a un valor de un nuevo sol, podríamos interpretar que posiblemente el creador o el intermediario, debe confiar de la capacidad adquisitiva de las personas, muy poco conocedoras que desean tener un “cuadro bonito” en casa. ¿Alguna objeción a esto? De seguro, la mayoría pensaría en el esfuerzo y tiempo invertido por el artista.
En una realidad como la nuestra, no siempre podremos hablar realmente de creadores o intermediarios. En una realidad infestada de tecnología para ahorrar costos, definitivamente ni existen creadores ni intermediarios; sólo objetivos de supervivencia o simplemente lucro. El arte es libre, libre para crearse, reproducirse y renovarse. Libre de para exhibirse, adecuarse y excluirse. Libre porque puede sobrevivir aún al módico precio de un nuevo sol.
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