Continuamos aquí exponiendo esta vez del
sentido de la fotografía para Borges, un sentido que en sus propias palabras
parte de lo desconocido y que incluye los descubrimientos de las sensaciones,
la duda e incluso la fe.
“Yo no gozo de los viajes porque no veo.
Pero hay algo, sentirse en un lugar. Digo que he visto las pirámides. No, no vi
nada porque estoy ciego; pero el hecho de tocar una piedra y de sentir que esa
piedra es de una pirámide me conmovió tanto que lloré.” Palabras del maestro que
develaban su profundo respeto hacia lo sensorial.
Bajo los créditos de Maria Kodama en las
piezas fotográficas, la apreciación de estas fotos, pueden ser tomadas como
descriptivas e incluso emotivas. La mano del maestro que toca una escultura de
piedra en Japón, seguida de un poema, es fascinante. Hay una imagen donde se ve
al autor frente a las estatuas de Calvino, Amiel, Rousseau y Hodler; hay una
plenitud total.
La
búsqueda de un arquetipo a las cosas. Los aspectos curiosos que propenden con el júbilo del viajero Borges,
contrastan con su propio entorno y escenario. Es fascinante ver el cúmulo de
experiencias y matices que fueron recopilándose en las fotografías, buenos
referentes para su inspiración y para su vida. Y es cierto que a través de la
fotografía, hemos reconocido aún más sobre la fascinante obra de este autor.
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